¿Quién no se ha encontrado en la situación en la que un magnífico vendedor te ha ofrecido un artículo y te lo has llevado a casa porque no has sido capaz de negarte a comprarlo? ¿A quién no le han temblado las piernas cuando se ha dirigido a su jefe para pedir un aumento de sueldo? ¿Quién no se ha encontrado en una situación en la que no se ha atrevido o no ha encontrado la manera de decir lo que pensaba o exigir una explicación?
Todos, en mayor o menor medida, nos encontramos muchas veces en este tipo de situaciones en las que tenemos que interactuar con los demás y conseguir nuestros objetivos. Nuestro día a día nos somete a pruebas en las que tenemos que poner en práctica nuestras dotes negociadoras para salir airosos y muchas veces no es fácil… el éxito o el fracaso va a depender de nuestras capacidades asertivas, pero ¿qué es la asertividad?
¿QUE ES LA ASERTIVIDAD?
La asertividad es una forma de expresión consciente, congruente, clara, directa y equilibrada, cuya finalidad es comunicar nuestras ideas y sentimientos o defender nuestros legítimos derechos sin la intención de herir o perjudicar, actuando desde un estado interior de autoconfianza y respeto a uno mismo en lugar de la emocionalidad limitante típica de la ansiedad, la culpa o la rabia.
La asertividad parte de la idea de que todo ser humano tiene ciertos derechos:
- Derecho a ser tratado con respeto y dignidad.
- En ocasiones, derecho a ser el primero.
- Derecho a equivocarse y a hacerse responsable de sus propios errores.
- Derecho a tener sus propios valores, opiniones y creencias.
- Derecho a tener sus propias necesidades y que éstas sean tan importantes como las de los demás.
- Derecho a experimentar y a expresar los propios sentimientos y emociones, haciéndose responsable de ellos.
- Derecho a cambiar de opinión, idea o línea de acción.
- Derecho a protestar cuando se es tratado de una manera injusta.
- Derecho a cambiar lo que no nos es satisfactorio.
- Derecho a detenerse y pensar antes de actuar.
- Derecho a pedir lo que se quiere.
- Derecho a ser independiente.
- Derecho a superarse, aun superando a los demás.
- Derecho a que se le reconozca un trabajo bien hecho.
- Derecho a decidir qué hacer con el propio cuerpo, tiempo y propiedades.
- Derecho a hacer menos de lo que humanamente se es capaz de hacer.
- Derecho a ignorar los consejos de los demás.
- Derecho a rechazar peticiones sin sentirse culpable o egoísta.
- Derecho a estar solo aun cuando otras personas deseen nuestra compañía.
- Derecho a no justificarse ante los demás.
- Derecho a decidir si uno quiere o no responsabilizarse de los problemas de otros.
- Derecho a no anticiparse a las necesidades y deseos de los demás.
- Derecho a no estar pendiente de la buena voluntad de los demás.
- Derecho a elegir entre responder o no hacerlo.
- Derecho a sentir y expresar el dolor.
- Derecho a hablar sobre un problema con la persona implicada y, en los casos límite en los que los derechos de cada uno no estén del todo claros, llegar a un compromiso viable.
- Derecho a no comportarse de forma asertiva o socialmente hábil.
- Derecho a comportarse de forma asertiva o socialmente hábil.
- Derecho a hacer cualquier cosa mientras no se violen los derechos de otra persona.
- Derecho a tener derechos.
- Derecho a renunciar o a hacer uso de estos derechos.
Estilo Pasivo o no asertivo.
Si no nos respetamos estos derechos a nosotros mismos, mantendremos un estilo pasivo, o no asertivo, aquel estilo de comunicación propio de personas que evitan mostrar sus sentimientos o pensamientos por temor a ser rechazados o incomprendidos o a ofender a otras personas. Infravaloran sus propias opiniones y necesidades dando un valor superior a las de los demás. Quien actúa así no hace comprender sus necesidades y termina sintiéndose marginada y mostrándose irritada por la carga de frustración acumulada. Tampoco para sus interlocutores es fácil la situación de adivinar qué desea el pasivo y termina por considerarlo como una persona molesta.
Estilo agresivo.
En el otro extremo, en el que no se respetan estos derechos a los demás, se sitúa el estilo Agresivo. Este estilo de comunicación se caracteriza por la sobrevaloración de las opiniones y sentimientos personales, obviando o incluso despreciando los de los demás. Las personas que tienen este estilo de comunicación, tienden a la dominación y niegan los derechos de los demás. Las consecuencias a largo plazo, siempre son negativas ya que la persona se queda sin amigos y sus relaciones se basan en el miedo y el autoritarismo.
Estilo Asertivo.
En un plano radicalmente diferente a los anteriores, en el que se respetan estos derechos tanto para uno mismo como para los demás, se sitúa la Asertividad. Que es aquel estilo de comunicación abierto a las opiniones ajenas, dándoles la misma importancia que a las propias. Parte del respeto hacia los demás y hacia uno mismo, planteando con seguridad y confianza lo que se quiere, aceptando que la postura de los demás no tiene por qué coincidir con la propia y evitando los conflictos de forma directa, abierta y honesta.
Este estilo de comunicación nos permite movernos con soltura en situaciones como pedir favores, negarnos a hacer algo, exigir algo,expresar disgusto, desagrado o molestia al igual que recibir o emitir una crítica sin herir a los demás.
REGLAS PARA SER ASERTIVO.
Pero ¿cómo se puede llegar a ser asertivo? Pues estamos de enhorabuena, ya que nadie nace asertivo, sino que se hace asertivo, es decir, a ser asertivo se aprende. Los programas de mejora de la asertividad, están basados en juegos de papeles o roles para ensayar las conductas asertivas para luego trasladarlas al mundo real. Se trabaja el dialogo asertivo, con el que podemos conseguir que los demás cambien conductas que nos son molestas, se aprenden estrategias para saber negarnos a algo sin tener que dar excusas innecesarias, se trabaja la escucha activa para reconocer las necesidades de los demás y la mejora del autoconcepto.
En cualquier caso, hay algunas reglas de oro que todos tenemos que tener en cuenta si queremos ser asertivos en nuestro día a día:
Tener un buen concepto de nosotros mismos.
Es importante recordarse a sí mismo que se es tan importante como los demás y tomar en serio las propias necesidades. Debemos tener presenten nuestros derechos asertivos.
Planificar los mensajes.
En algunas situación la improvisación no es la mejor estrategia, cuando tengamos que negociar para conseguir algo, lo mejor es planificar con antelación lo que queremos decir para no dejar nada en el “tintero”. Si lo llevamos ensayado tendremos más seguridad en nosotros mismos a la hora de expresarnos.
Ser educado.
Enfadarse provoca confusión en uno mismo y hace que los demás vean al individuo débil, histérico y con una baja credibilidad. Se trata de guardar la calma y no perder las formas pero manteniéndonos firmes a la hora de expresar nuestro punto de vista.
No disculparse en cualquier circunstancia.
No es necesario disculparse si no es necesario. Cuando uno se disculpa de forma continuada, éstas pierden valor y la persona deja de parecer seria y confiable.
No hostigar a los demás.
El hecho de hacer esto provocará cólera y resentimiento, lo cual siempre dificulta las relaciones, si uno se quiere asegurar la cooperación de los demás, es necesario ofrecer una alternativa beneficiosa para los demás y para uno mismo.
Nunca recurrir a la violencia verbal.
Si se responde a cualquier injusticia con fuertes amenazas, la credibilidad y la cooperación que se pretende desaparecerán. Se deben exponer claramente los pasos que se está dispuesto a dar para conseguir una salida constructiva al problema.
Aceptar la derrota cuando sea necesario.
La aserción, se nutre de la honestidad. Cuando una persona asertiva se equivoca, acepta la derrota con elegancia.