“Estrategias para incrementar la felicidad en la familia”

Charla Vivencial:“Estrategias para incrementar la felicidad en la familia”

?Miércoles 5 de Junio 10:00 am o 19:00 hrs

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Un tema que nos brinda pautas de cómo fomentar la unidad y la felicidad dentro de nuestras actividades diarias en familia y qué nos ayudará a entender mejor nuestras interacciones. 
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La ira del conductor

¿Qué es la ira del conductor?

Conducir es una de las actividades más habituales que realizamos en nuestro día a día, ya sea para ir al trabajo, para recoger a los niños del colegio o para hacer la compra, el coche se ha convertido en un aliado en nuestro quehacer diario.

A pesar de ser una actividad habitual, conducir se convierte para algunas personas en una actividad de máxima tensión, actividad que puede «convertir» a la persona más amable y tranquila en alguien completamente enfurecido y agresivo, que sobre reacciona ante cualquier contratiempo que surja en la carretera.

Esta sobre reacción es lo que llamamos la ira del conductor.

Podemos definir la ira del conductor como una reacción agresiva y hostil sobredimensionada ante situaciones de conducción, ya sean atascos o conductas de otros conductores.

CAUSAS DE LA IRA DEL CONDUCTOR

Conducir es una actividad que entraña un estrés y que eleva nuestros niveles de ansiedad. Pero a pesar de que para todos supone un factor de estrés y ansiedad no todo el mundo manifiesta la ira del conductor.

Estas diferencias se deben a diversos factores involucrados en el comportamiento de la conducción.

Un factor presente a la hora de manifestar la ira en la conducción, es nuestro nivel de tolerancia a la frustración. Podemos definir la frustración como la emoción resultante de la imposibilidad de satisfacer un deseo o una necesidad. En resumidas cuentas sería el estado de ánimo que se genera por la diferencia de lo que nos gustaría que pasara y lo que pasa en realidad.

Cuando conducimos nos genera frustración el estar inmersos en atascos, el que otro coche nos adelante de manera indebida o que un peatón cruce de imprevisto y que tengamos que frenar de manera brusca. Esto no nos gusta que pase pero en la realidad pasa. Estos sucesos para algunas personas son intolerables, se frustran y esa frustración se convierte rápidamente en ira.

Otro factor determinante para desatar la ira del conductor es el nivel de tolerancia que cada uno de nosotros tenemos al estrés. Cuanto menor es nuestra tolerancia al estrés mayor es la probabilidad de desarrollar comportamientos de ira. Teniendo en cuenta que cada vez nuestra vida es más estresante debido a las demandas y exigencias del día a día, la conducción se puede convertir en una situación de máximo estrés. Situaciones como estar en un atasco y llegar tarde a una cita nos estresa al igual que tener que anticiparnos a los comportamientos de conducción de otros vehículos que se saltan las normas viales, situaciones que son todo un desafío a nuestra capacidad de tolerancia al estrés.

Otro de los factores que determinan la ira del conductor es nuestra manera de interpretar las conductas que exhiben los demás conductores. Interpretar lo que pasa a nuestro alrededor es crucial para poder darle un sentido y poder seleccionar un comportamiento adecuado a la situación.

En este proceso interpretativo, extraemos conclusiones de porqué una persona se comporta como lo hace. Si está conclusión va en la linea de que la conducta del otro conductor nace de una actitud egoísta, poco amable y voluntaria por su parte, nuestra reacción es la agresividad y la ira hacia él.

En este sentido podemos interpretar que un conductor que se pega mucho a nuestra espalda o que se cruza ante nosotros de manera brusca, lo hace porque nos esta faltando al respeto de manera deliberada,  sin tener en cuenta nuestra seguridad y por tanto esto nos motiva a manifestar nuestra ira y enfado, «vengándonos» de él, dirigiéndole todo tipo de insultos e improperios en el mejor de los casos y en el peor persiguiéndole y encarándonos con él.

Por último, hay un factor que no debemos olvidar a la hora de la generación de agresividad en la conducción, y es la percepción de seguridad que tenemos en nuestro coche respecto a las consecuencias que pueden tener nuestras manifestaciones de agresividad.

Pongamos un ejemplo para enmarcar este factor. Como peatones también nos tenemos que enfrentar a otras conductas «peatonales» que nos pueden resultar molestas, por ejemplo una persona que se cruce delante de nosotros haciendo que tengamos que parar nuestra marcha de manera brusca para no tropezarnos con ella, o que un peatón vaya por delante de nosotros a un paso muy lento y que no podamos adelantarle para seguir caminando a nuestra velocidad.

Estas situaciones pueden generarnos malestar pero seguramente no reaccionemos insultándole, maldiciéndole o haciéndole «una peineta», tampoco nos pegaríamos mucho a esa persona para mostrarle nuestro enfado. Quizás porque tememos una reacción agresiva de la otra persona o bien porque en el cara a cara estas conductas nos parecen descontroladas y poco sociales.

Si trasladamos estas situaciones a la conducción, como que un coche se cruce o que vaya a una velocidad por debajo de la indicada por la vía, manifestamos muchas más conductas agresivas puesto que el coche lo percibimos como una «armadura» que nos protege de las posibles consecuencias negativas y las conductas agresivas que el otro conductor pudiera hacer.

 

COMPORTAMIENTOS EN LA IRA DEL CONDUCTOR

Como hemos dicho no todos los conductores son presas de la ira cuando conducen, ni todos los conductores agresivos exhiben los mismos comportamientos de agresividad al volante.

Si no que dependiendo de la situación y del tipo de conductor que seamos nuestros comportamiento agresivo estará integrado por un repertorio de conductas más o menos amplio.

Entre las conductas agresivas de baja intensidad podemos encontrar:

  • Tocar el claxon.
  • Gritar a otros conductores y/o peatones.
  • Insultar.
  • Maldecir.
  • Dar las luces largas.

 Conductas que aunque son negativas no ponen en peligro nuestra integridad física ni la de otros conductores.

Entre las de alta intensidad y más riesgo encontramos:

  • Pegarse al otro coche.
  • Repetir la conducta del otro coche o un conducta de riesgo a modo de «venganza», como cruzarnos en su camino, adelantamientos sin dejar la distancia de seguridad, etc.
  • Buscar el enfrentamiento cuerpo a cuerpo, llegando a discusiones más o menos acaloradas.
  • Actos violentos, como peleas o agresiones físicas, llegando en el peor de los casos al asesinato.

Lo que está claro es que en cualquier caso, la agresividad al volante no nos permite tomar las decisiones más adecuadas a la hora de gestionar las situaciones de conducción, si no todo lo contrario, nos impulsa a poner en marcha comportamientos impulsivos e irreflexivos que traen consecuencias negativas, tanto para nosotros como para los demás conductores.

CONSEJOS PARA GESTIONAR LA IRA DEL CONDUCTOR

Las consecuencias de la ira al volante, suponen un riesgo para nosotros mismo y para los demás. No en vano conducir presos de la ira hace que nuestra capacidad para tomar decisiones se vea disminuida y por tanto aumente la probabilidad de tener un accidente.

No llegar a este nivel de ira incontrolable, es la mejor de las estrategias para no sufrir consecuencias negativas. Aquí te proponemos algunas estrategias para mantener la ira al volante bajo control.

Aprende a relajarte:   

Antes y durante la conducción, haz algún ejercicio de relajación sencillo, ya sea respiraciones profundas o visualizaciones relajantes. Esto te ayudará a rebajar el nivel de activación general. Mientras conduces intenta crear en tu coche un espacio de relajación, escucha música que te pueda relajar. Evita conversaciones que puedan aumentar tu nivel de estrés mientras conduces, así como  todos los factores que puedan ser molestos durante la conducción como calor, frío, hambre etc.

Aumenta tu tolerancia a la frustración

Acepta que no siempre la conducción va a fácil o va a cumplir tus deseos y expectativas. Acepta que los atascos y los embotellamientos forman parte de la conducción aunque no te guste. Acepta que no siempre los demás se van a comportar de forma correcta o amable.

No malinterpretes las intenciones de los demás.

No asumas que siempre los comportamientos negativos que presentan los demás en su conducción parten de unas «malas intenciones», baraja la posibilidad de que sus comportamientos sea resultado de un despiste, de una mala decisión o de un «error de cálculo».

No te dejes llevar por pensamientos de ira y/o venganza

El estimular pensamientos de ira y venganza lo único que hará es llevarte a sentir más ira y más deseo de venganza. En cuanto tu mente se ponga en modo agresivo centra tu mente en otros pensamientos menos iracundos.

Planifica

Para ahorrarte estrés en la conducción, planifica tus viajes. Sal con tiempo suficiente para que no te estreses por llegar tarde a tu destino. Elige trayectos de menor tránsito o/y horas de menos densidad de tráfico. Si te estresa perderte en carretera planifica el recorrido y cuando estés cansado, tómate un rato para descansar.

Tómate un tiempo antes de reaccionar

Antes decíamos que las conductas agresivas son producto de una decisión impulsiva que nos incita a elegir un comportamiento que no nos ayuda a gestionar la situación. Antes de decidir que vas a hacer, reflexiona sobre si la conducta que vas a hacer te ayudará a gestionar de manera eficaz la situación o vas a asumir unos riesgos innecesarios con unas consecuencias impredecibles.

Rebaja el nivel de estrés general

Si el estrés es una constante en tu vida, analiza cuales son tus fuentes de estrés e intenta rebajarlas. Trabaja tu tolerancia al estrés relativizando las consecuencias reales de las situaciones generadoras de estrés.

Pon en marcha estas estrategias para controlar tu ira al volante y no dudes en consultar con un profesional si tu ira al conducir te sobrepasa.

6 pautas para ayudar a una persona celosa

Las personas celosas causan y experimentan malestar. ¿Qué hacer para ayudarlas a dejar de serlo? 

Los celos son hasta cierto punto una circunstancia habitual en las relaciones de pareja, están relacionados con el nivel de afectividad que se tiene por la otra persona, si bien también tiene un componente posesivo. Siempre y cuando estos no afecten a la pareja o a la persona que los presenta de una manera significativa, no representan un gran problema.

Cuando los celos trascienden un límite y la calidad de vida de las personas se ve comprometida, lo mejor que podemos hacer es intentar ayudar, y en algunos casos también es necesario acudir a servicios de asistencia psicológica. En este artículo vamos a ver cómo ayudar a una persona celosa, además de repasar el concepto de celopatía.

¿Qué es la celopatía?

Se trata de un patrón de pensamientos y conductas orientados hacia unos celos patológicos. Para entender cómo ayudar a una persona celosa hace falta comprender que esta condición resulta limitante y dañina. El sujeto no es capaz de ver las cosas tal y como están ocurriendo, sino tal y como las imagina.

El sujeto con celopatía es capaz de crearse historias fantasiosas en su mente, con tal de satisfacer una necesidad irracional por indagar en los celos que él mismo se ha encargado de alimentar. Es decir, son celos que no necesariamente deben encajar con la realidad de los hechos.

Paradójicamente en su deseo intenso de conservar a la pareja, el sujeto termina por alejarla de su vida, o en su defecto terminará por perjudicar la relación hasta el punto de hacerla disfuncional para ambos miembros. Esta conducta está intrínsecamente relacionada con un alto nivel de inseguridad y baja autoestima.

¿Cómo ayudar a una persona celosa?

En las próximas líneas vamos a revisar algunos métodos efectivos para llevar ayuda a las personas que se vean afectadas por esta situación de celos.

1.  Ayúdale a alcanzar la aceptación

Lo primero que debemos buscar cuando ayudamos a una persona celosa es hacer que se dé cuenta de que su comportamiento está siendo desproporcionado, y termine por aceptar que necesita ayuda.

Para superar los celos patológicos es necesario reconocer que se está siendo irracional y exagerado respecto a la forma de ver y afrontar las dudas referentes a la fidelidad de la pareja. Se genera un alejamiento de la realidad, y hace falta que la persona lo note.

2. Dale motivos para querer cambiar

Una vez que la persona ha aceptado que tiene un problema y necesita ayuda para superarlo, es una buena idea darle razones de peso para que entienda lo importante que es para él y para su relación el hecho de que cambie estos patrones de pensamiento inadecuados.

Puedes comenzar por enumerar una serie de ventajas, como, por ejemplo; menor nivel de angustia incensaria, y un mayor nivel de confianza con la pareja, etc. Esto ayudará a que la otra persona, sea tu amigo o tu pareja, adquiera la voluntad necesaria para cambiar sus patrones de conducta.

3. Muéstrale maneras de detectar los celos

Es probable que las personas celosas no sepan que lo están siendo; por ello es menester que eduques al sujeto en el reconocimiento de este tipo de conductas, cuando se dan, de manera que él mismo pueda reconocerlas y modularlas cuando se presenten.

Colócale ejemplos de situaciones donde él pueda evidenciar cuál es la manera correcta de proceder cuando tenemos una sensación de desconfianza hacia nuestra pareja, indícale que no debemos hacer juicios de valor, y que lo mejor siempre será preguntarle las cosas abiertamente a la pareja.

4.Ayúdale a cambiar su visión de las cosas

Este punto se refiere a que mientras tengamos la capacidad de hacer que la otra persona comience a ver las cosas como realmente están sucediendo y no como él se encarga de imaginarlas, entonces estaremos dando buenos pasos mediante una ayuda exitosa.

Enfócate en centrar al sujeto en los hechos reales y procura que se aleje de las ideas que él mismo se ha infundado a base hipotetizar sobre situaciones rebuscadas, que no tienen demasiado sentido, más que el de jugarle en su propia contra.

5. Anímale a trabajar en su persona

Si consigues que la otra persona comience a invertir tiempo en él mismo, y aprenda a tener un espacio personal donde pueda hacer cosas que le gusten, es muy probable que su nivel de celos disminuya considerablemente.

Una mente ocupada no tiene tiempo para crearse historias de celos cuando no hay suficiente información, a veces pasa que las personas se enfocan tanto en su pareja que se olvidan de hacer cosas por ellos mismos. Así, es recomendable que le recuerdes al sujeto que él también merece tiempo para disfrutar de la vida de manera independiente. A fin de cuentas, ser celoso también implica volverse dependiente y obsesivo.

6. Refuerza la confianza de pareja

Encárgate de que la persona a quien estás ayudando renueve la confianza en su pareja, no vale de nada que esté constantemente buscándole las 5 patas al gato. Si una persona está la mayor parte del tiempo buscando corroborar sospechas sobre su pareja, entonces no tendrá tiempo de cumplir su rol como novio o novia.

Workaholics: adictos al trabajo

Todos conocemos personas que se desviven por su trabajo a tal grado que llegan a descuidar los demás aspectos de su vida alejándose de sus seres queridos, pero que pasa cuando el hacer tu trabajo se vuelve una adicción. Se estima que más del 20% de la población trabajadora mundial presenta adicción al trabajo.

De manera tradicional, se ha hablado de la palabra “adicción”, vinculándola en su mayor parte con el consumo repetido de una o varias sustancias psicoactivas.

Pero no son las sustancias el único ámbito en el que podemos hablar de adicción, ya que, según la Organización Mundial de la Salud, la adicción es “una enfermedad física y psicoemocional que crea una dependencia o necesidad hacia una sustancia, actividad o relación.”

Vemos por tanto que el espectro de posibles adicciones es amplio y abarca no sólo una concepción biológica o química, si no también conductas y afectos (psicológica).

La adicción al trabajo, aunque aún no muy conocida, es una realidad, que causa numerosos problemas en las vidas de quienes la sufren.

La adicción al trabajo fue descrita por primera vez en 1968, cuando un profesor americano de religión, Oates, lo utilizó para referirse a su propio trabajo. Él mismo creó el término “workaholism”, vinculándolo así con el alcoholismo y las drogodependencias, y lo definió como una necesidad excesiva e incontrolable de trabajar incesantemente, que afecta a la salud, a la felicidad y a las relaciones de la persona.

Las dos características fundamentales que debemos tener en cuenta para la detección y valoración de la adicción al trabajo son las siguientes:

  • Se produce cuando la actividad se convierte en una idea obsesiva, ocupando la mayor parte de la vida del trabajador.
  • Habitualmente no es reconocida por el trabajador, suele ser la familia quien lo detecta, por el exceso de tiempo que el trabajo resta a la familia, y que acaba por desvincularse del adicto.

No existe una personalidad exclusiva de la persona adicta al trabajo, pero sí suelen tener algunos rasgos comunes de personalidad como la necesidad de reconocimiento social de su trabajo y/o de poder, elevado perfeccionismo y baja autoestima, gran individualidad y narcisismo.

En cuanto al propio entorno laboral influyen especialmente los problemas de asertividad en cuanto a negarse a peticiones de los jefes, la gran competitividad que existe en el mercado laboral, la falta de organización y las excesivas demandas.

La adicción al trabajo se caracteriza por la extrema actitud laboral (trabajan fuera de hora, fines de semana o en vacaciones), por la dedicación excesiva de tiempo (hay una pérdida del control sobre el tiempo empleado en el trabajo), por la compulsión y esfuerzo en el trabajo, por el desinterés hacia otras actividades fuera de lo laboral, por una implicación laboral desproporcionada, y por un deterioro de la vida cotidiana (familiar y social).

Los síntomas de la persona adicta al trabajo pueden agruparse en los tres grandes sistemas de respuesta:

  • Cognitivos: ansiedad e irritabilidad, tristeza, necesidad creciente de trabajar más y dedicarle más tiempo al trabajo, preocupaciones relacionadas con el rendimiento laboral de forma persistente, intentos de suicidio.
  • Fisiológicos: estrés, insomnio, dolores de cabeza, tensión muscular, disfunciones sexuales… A largo plazo estos síntomas pueden dar lugar a trastornos psicofisiológicos como la hipertensión, enfermedades gástricas, accidentes cardiovasculares y fomentar el consumo de sustancias.
  • Conductuales e interpersonales: aparece una necesidad desmesurada de llevar a cabo muchas tareas, ocupando todo su tiempo en temas laborales relacionados con las mismas y con su consecuente degradación de relaciones sociales y familiares.

Es complicado que una persona que sufre adicción a algo, busque tratamiento, ya que por un lado suelen negar el problema y por otro, el no llevar a cabo su consumo, provoca un gran malestar físico, psicológico y emocional (síndrome de abstinencia).

Respecto a la adicción al trabajo, la complicación es aún mayor ya que, en la sociedad actual, el hecho de ser trabajador es considerado una virtud. Una particularidad de la adicción al trabajo que la diferencia de otras adicciones es que se alaba y recompensa a la gente por trabajar en exceso, esto casi nunca sucede con otras adicciones.

Debido al auge de esta sintomatología y del perfil de conducta adictiva en el ámbito laboral, es importante promover la sensibilización respeto al tema en la sociedad y especialmente en las empresas, así como poner énfasis en la importancia de la prevención para desarrollar respuestas alternativas y funcionales antes de que se instaure el cuadro completo.

 

Higiene del Sueño: Pautas para combatir el insomnio

El insomnio es un trastorno del sueño que afecta a muchas personas alrededor del mundo. Se calcula que aproximadamente una de cada tres personas presenta síntomas de insomnio, que entre el 10 y 15% tiene problemas diurnos asociados y que entre el 6 y el 10% tienen síntomas que cumplen los criterios del trastorno.

El insomnio se trata de un trastorno del sueño caracterizado por un déficit en las horas de sueño, es decir, no se duermen las horas necesarias. La persona con esta afección suele quejarse de que la calidad del sueño es mala o de que no duerme las horas que le gustaría o necesitaría dormir. También pueden darse dificultades para quedarse dormido o para mantener el sueño, además de diversos despertares a lo largo de la noche.

Dependiendo de su duración, el insomnio puede ser:

  • Situacional: Cuando dura solo unos días y está asociado con eventos estresantes del día a día.
  • Persistente: Cuando se da durante al menos tres meses.

Existen dos tipos de insomnio en función de cuál sea su origen:

  • Primario: Ocurre cuando no se saben las causas, simplemente la persona no puede dormir.
  • Secundario: Cuando el insomnio es derivado de otro problema físico/somático (hipertiroidismo, fiebre, algunos medicamentos, etc.) o psicológico (depresión, ansiedad, etc.).

Algunos de los síntomas que presentan las personas con insomnio son:

  1. Dificultad para iniciar el sueño.
  2. Dificultad para mantener el sueño después de despertarse a lo largo de la noche.
  3. Despertar temprano por la mañana y no poder volver a dormirse.

Estos síntomas deben producirse al menos tres noches a la semana durante más de tres meses y causar malestar significativo o deterioro en el ámbito social, laboral, educativo, académico, del comportamiento u otras áreas importantes del funcionamiento del ser humano, para poder considerar si tenemos un trastorno del sueño

Algunas consecuencias de vivir con insomnio son:

  • Falta de concentración. Se producen problemas de concentración y problemas para pensar de manera clara.
  • Aumento de otros trastornos mentales. Existe cierta relación entre los trastornos del sueño y la ansiedad, la depresión, problemas de estrés, etc.
  • Aumento de trastornos físicos. Se producen más a menudo úlceras estomacales, estreñimiento, pérdida del cabello, etc.
  • Aumento de las consultas al médico. Las personas con este problema acuden constantemente a atención primaria para intentar poner fin a su problema.
  • Aceleración del envejecimiento.

Todo ello conlleva una peor calidad de vida y un deterioro laboral, social, etc. En definitiva, cuando se tienen problemas de insomnio al día siguiente la persona no rinde de la misma manera.

Algunas pautas a seguir para implementar la higiene del sueño

En muchas ocasiones, el insomnio se produce o se ve favorecido por conductas poco adecuadas que realizamos antes de irnos a la cama o cuando estamos en la misma. Los malos hábitos del sueño, la programación irregular o el miedo a dormir están relacionados con este tipo de trastorno. Algunas pautas que se pueden aplicar son:

  • Pasar en la cama el tiempo necesario y marcarte unos horarios fijos.

En muchas ocasiones, el periodo que pasamos en la cama es muy largo, si se reduce este tiempo obligaremos al cuerpo a dormir en las horas en las que estemos acostados. Tenemos que reprogramar nuestro cuerpo, si hacemos esto durante varios días al final el cuerpo se acabará acostumbrando. El objetivo es crear un sueño profundo durante las horas establecidas.

  • Utilizar la cama solo para dormir.

Ligado con el punto anterior, a veces pasamos largos periodos de tiempo en la cama leyendo, mirando el móvil, viendo la tele, etc. Debemos evitar hacer estas actividades en la cama. El objetivo es que nuestro cerebro asocie que la cama es solo para dormir. Si creamos una asociación fuerte llegará el momento en el que cuando estemos en la cama nos entre el sueño directamente. Del mismo modo, si al acostarnos no conciliamos el sueño o nos despertamos en la noche y no podemos volver a dormirnos, debemos salir de la cama y volver a ella cuando notemos que el sueño a vuelto. Con esto evitamos que nuestro cerebro relacione la cama con el insomnio y con «dar vueltas en la cama».

  • No dormir durante el día.

Se debe evitar dormir a lo largo del día, pero, sobre todo, se debe evitar dormir en la segunda mitad del día. Lo ideal sería no dormir siesta o no dormir siestas de más de 20 minutos. La finalidad es que cuando llegue la noche estemos cansados y con sueño. Si nos hemos pasado el día durmiendo siestas no tendremos la misma cantidad ni calidad de sueño.

  • No realizar actividades que pueden reducir la calidad o el tiempo de sueño.

Escuchar música, jugar con el móvil o ver la tele están asociados con un peor sueño ya que podrían activarnos. Por ello, lo ideal es que evitemos hacer estas actividades justo antes de acostarnos.

  • Tener una habitación adecuada.

La temperatura, la humedad, los ruidos, la alta altitud y los olores pueden hacer que durmamos más o menos. Además, es más fácil conciliar el sueño en habitaciones familiares o habituales. Por ello, tendremos que disponer de un ambiente adecuado a la hora de irnos a la cama. Para acondicionar el dormitorio se pueden utilizar olores relajantes y lo ideal es que la habitación esté a 20 grados y que la humedad no sea superior al 60%.

  • No ingerir sustancias excitantes.

El té, el café, el tabaco, algunos medicamentos, el alcohol, etc. son sustancias excitantes que tendremos que evitar en la segunda mitad del día.

  • Cenar de manera ligera.

Lo ideal es cenar de manera no copiosa dos horas antes de irnos a la cama. El objetivo es que el estómago esté relajado y que no tenga que esforzarse mientras estamos dormidos.

  • No realizar actividad física antes de acostarse.

Debemos evitar activar el organismo antes de acostarnos. Por ello, lo ideal sería no realizar actividades físicas en la hora antes de acostarnos.

  • Técnicas de relajación.

Si después de realizar las pautas anteriores no nos entra el sueño, se pueden realizar técnicas de relajación en la cama. Asimismo, se pueden tomar infusiones relajantes o leche con miel.

  • Técnica de respiración 478.

Existe una técnica novedosa impulsada por el doctor Andrew Weil que puede ayudar a conciliar el sueño. Se basa en controlar la respiración antes de quedarnos dormidos. Lo que hay que hacer es respirar 4 segundos por la nariz, mantener el aire 7 segundos y expulsar el aire durante 8 segundos.

  • Pide ayuda profesional.

Si tras realizar adecuadamente las pautas anteriores sigues teniendo problemas de insomnio, pide ayuda. Recuerda que en muchas ocasiones algunos medicamentos como los corticoesteroides, algunos antidepresivos, betabloqueantes para la hipertensión, etc. pueden causar trastornos del sueño. En estos casos lo mejor es que pidas asesoramiento profesional.